domingo, 4 de abril de 2010

¿Quién conoce a Marcelo Valdés?

Durante mucho tiempo me he empeñado en creer que el ser humano, lo que somos como individuos, es una síntesis única entre la historia personal, la historia de los hombres y la historia genética de nuestros padres. Hay veces en que uno de los tres argumentos me golpea con fuerza a la cara y aumenta temporalmente su trascendencia. Hay otras veces en que una sincronía inexplicable se apodera de los acontecimientos y me instala en una aspiración colectiva, destruyendo en parte la creencia egótica en esa síntesis única e irrepetible.

Es lo que me ocurre con la vida y obra de Marcelo Valdés.

Después de algunas conversaciones, cervezas mediante, nos hemos dado cuenta que hemos vivido en un paralelismo insoportable. Sin habernos topado previamente hemos estado en los mismos lugares, conocido a las mismas personas y entregado a los mismos delirios rockeros, poéticos y políticos con igual pasión. Escribimos sobre los mismos temas y construimos una poética equivalente al punto de haber escrito simultáneamente -insisto, sin habernos topado antes- nuestros “Manifiesto del Realismo Cuático”.
Es por todo eso que me atrevo a hablar de su poesía, que recién ahora conozco más allá de sus hits, como si se tratara de la mía.

Heredero de la rebelión poética de los ochenta, la poesía de Marcelo Valdés agrede con lo que dice y transgrede con lo que oculta. Es ironía pura en todos sus sentidos, la del que habla por la herida y hiere con su palabra:

¡Yo soy así, soy el rey de la mala cue’a!... / y siempre que la gente me escucha / después me quiere sacar la chucha

Nos grita sus verdades en la cara:

No creo en la izquierda...porque la izquierda tira para el centro / No creo en el centro...porque el centro tira para la derecha / No creo en la derecha...porque la derecha es chueca


Y después de llevarnos por un camino que el mismo ha diseñado, después de que nos sentimos seguros en el mundo de Valdés, derriba el castillo:

No creo en la poesía / Y se lo he dicho un centenar de veces / Escribiendo
Finge para enfrentarnos a la paradoja de que está en desacuerdo consigo mismo, sin contradecirse:
me gusta todo en ti, / me gusta todo lo que tienes / y todo lo que te rodea / incluso me gusta tu mamá, / tu hermana chica / y cada una / de tus amigas..
Finge para arrastrarnos al delirio existencial:
Nada de esto recordarás, / ni la tarde cuando enloquecí / y huí corriendo tras mi destino, / creyendo huir del mismo.

Finge para destrozar la pobre imagen de nuestro país, con la honestidad del que tiene las manos limpias:

Viva esta nación que no discrimina a nadie... / Viva la patria que acoge por igual a Gringos y peruanos. / Viva esta patria de sindicalismos fuertes e izquierdas que no tranzan… / Viva mi escudo patrio defensor de los humildes. / Viva mi banderita chilena limpia de toda mancha de sangre.

Y finge, para dejarnos claro que tiene los pantalones bien puestos:
Mis amigos me acusan de "macabeo" / y que debiera ponerme los pantalones cuando estoy contigo / ¡Necios!
no saben lo exquisito y cautivante / que es tener los pantalones abajo / cuando estoy contigo.

Marcelo Valdés, como rockero, conoce bien el sonido cautivador del inglés.El valor de la lengua está en su murmullo, en las palabras que se usan como un ritual por su sonido:

There is no better relief / that a good gathering / with that bitch of always..

O la cadencia lujuriosa y melancólica del portugués:

Pra no viver mais / eu tomo cerveja / tristeza vermelho / Eu tomo veneno..

En su Escribir Acerca de un Bar, Valdés nos deja claras sus apuestas. Es en el bar donde todo ocurre, donde el amor y la muerte se besan, donde truenan el gemido del sexo, los llantos, las risas y la música de las palabras. En el bar revienta el tiempo y hacemos vida de la muerte, del culto al dolor que significa vivir a medio morir pero para vivir más y mejor. En el bar se forja el conjuro colectivo por el que regalamos nuestra sangre, el salto del uno que soy yo al dos que eres tú y luego al millón de nosotros, el amor y la revolución.

Marcelo Valdés quiere convencernos que Nada de Esto Trascenderá. Yo sospecho que se trata de otro de sus juegos porque él sabe, y estoy seguro de ello, que tanto su vida como sus palabras han marcado a un puñado que se multiplica velozmente y que como decía otro de nuestros comunes amigos, pronto estarán ocupando la plaza pública.
Ahora me queda claro. Tras leer el libro de Valdés entiendo por qué después de que lo escuchan, todo el mundo le quiere sacar la chucha.

Adrián Barahona
Santiago de Chile, 11 de noviembre de 2009

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